martes, 17 de enero de 2012

Hoy sobre cine comercial


Desde hace un par de entradas tenía la intención de escribir sobre los recientes estrenos en el cine. No lo hice porque no había algo interesante para ver o sobre lo cual leer en un blog. Recientemente, llegaron opciones (todo lo anterior es en referencia a la industria cinematográfica de las grandes cadenas de cines).

Primero vi Sherlock Holmes: Juego de sombras. Entretenida, rápida, algunas risas. Muy similar a la anterior. En el contexto previo a la Primera guerra mundial, obviamente alejadísima de los hechos reales (digo, lo podemos suponer, pero hay que decirlo ¿no?). Me pareció que vale la pena para acompañarse de nachos y palomitas. Por cierto, me sorprende el tamaño del refresco, no el del bote de palomitas (guiño) y que sea tan caro comprar agua para substituir al desproporcionado envase de gaseosa (quería usar esa palabra, jeje).

Para seguir con la línea superficial pero divertida, acudí a ver Misión Imposible 4: Protocolo fantasma. ¡Qué curioso que Rusia siga siendo el enemigo comunista potencialmente invasor! Según yo desde 1992 ya no era así. Lo comenté y mi amable acompañante me hizo ver que sería muy insensible sustituir a Rusia con un país del Medio Oriente, por ejemplo. ¡Quién sabe cuántos se creerían que la trama es descripción de la realidad! Pues sí, estuve de acuerdo. Qué bueno que no se trata de Irán tratando de destruir a los Estados Unidos. La conclusión es que ni Ethan puede confiar en la tecnología (los guantes fallan y al teléfono hay que darle un golpe para que se autodestruya), ni en sus superiores pero sí en el amor que perdura a pesar de los peligros (¡ah! Perdón, spoiler!).

Luego me puse romántico y fui a ver Siempre el mismo día. Tiene destellos de originalidad y luego una escena con la que no pude dejar de pensar en cierta película que, es muy mala, pero su soundtrack tiene una de mis 5 canciones favoritas de toda la vida (sí, de toda mi vida hasta hoy). No diré más para no arruinarles la trama. Vale la pena verla para observar con melancolía a París mientras la terrible garra agridulce del destino hace de las suyas con el amor, la vida juntos y las rupturas. La única razón por la que recordaré a esta película será si algún día vuelvo a ver las primeras entradas de este blog (otro guiño). Lo mismo le pasará a las comentadas anteriormente.

Después vi J. Edgar. Buena película. Narrada interesantemente, con una historia que se va hilvanando mientras el espectador comienza a sospechar y especular. Me sorprende DiCaprio una vez más. Yo pensaba que nunca podría escapar de convertirse en el eterno Jack ahogándose en el gélido océano (Spoiler! Pero para Titanic, ¡Qué novedad! Jaja). Para sorpresa de ustedes que me leen, me dio gusto equivocarme. Quizá influyó a que me agradara, el hecho de que, es una película basada en hechos históricos de un personaje estadounidense, en medio de las Grandes guerras y la Fría, que se mezcla la política y la vida privada, entre otros elementos. Definitivamente me gustó más que las anteriores que he comentado. ¿Se ganará un Oscar por el hecho de que Leonardo se puso un traje para verse más llenito y viejito? Ya ven que cada vez que un actor engorda y luego enflaca, una mujer bella se ve fea, o cada que hacen cosas así, se llevan la estatuilla. Habrá que ver con quién compite para especular en menor grado. Yo digo que vale la pena verla.

Finalmente, pagué para que me hicieran sufrir viendo Un pedacito de cielo. ¿Qué le diría Diego Luna a su amigazo Gael García después de ver la película? Eso le pregunté a mi amable compañía quien me dijo “Él también ya se vendió a Hollywood”. Pues tiene razón, yo sólo estaba metiendo cizaña hipotética (el tercer guiño de hoy). Ya vi esa trama muchas veces. No la arruinaré, lo prometo. Debo confesar que me robó un par de carcajadas. Lo que no le perdono es que me intente manipular tan básicamente para conducirme a las lágrimas. No lloré, pero muchos a mi alrededor sí lo hicieron. Whoopi de Dios, jajaja, ¿acaso se lo copiaron de Morgan Freeman? Pues a mí no me sorprende nada que Dios sea una mujer afroamericana, lo digo, sólo por si acaso esa era la intención. Digamos que es entretenida, no salí reclamando que me devolvieran mis dos horas de vida, pero si la recuerdo, será solamente por su chafo intento de hacerme llorar.

Luego en la comodidad de un cuarto de tele vi nuevamente Finding Neverland. ¡Qué película tan tierna! Ésa si me gusta. Imaginarme cómo será que a J. M. Barrie se le ocurrió la historia de Peter Pan y la Tierra de Nunca Jamás, aunque no haya sido así, me parece divertidísimo. Memorable: ver como surge el garfio del capitán, las aguas del barco pirata, los penachos de los indios y la idea de un niño que nunca envejece. Delicioso: ver como se abre una escenografía para dar paso a las hadas y el cocodrilo con el reloj atorado. Me quedo con las frases imaginadas de Barrie, el diario regalado al niño triste, la inocencia del pequeñito que arruina las sorpresas, la ruptura con la esposa y el encuentro con la viuda. Si no la han visto, por favor, véanla. Si ya la vieron y no les gustó, pues lo siento mucho, vean Misión Imposible (jajaja, cuarto guiño).

Hoy decidí escribir de esto. Leí el periódico y me dio mucha tristeza, ya sé que no es novedad, pero volvió a sucederme. Así que me refugio en el cine. Tuve otro refugio, por razones de obligación y no de placer, empecé a leer de nuevo al libro que le debo uno de los mejores años de mi vida: El mundo de Sofía. Por eso me encantan los libros: me recuerdan, suspenden, lanzan, renuevan y entretienen. Si quieren darle un uso diferente a sus ojos y a su imaginación, lean El mundo de Sofía (sencillo, cuestionador y fluido: es como tomarse una buen vaso de agua fresca de jamaica intelectual en un día de invierno inesperadamente caluroso).   

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