sábado, 26 de septiembre de 2015

El Dios nuestro entre nosotros 2

Él me amó primero y es irremediablemente amor conjugado en un presente perpetuo. Cuando pienso en esto, descubro cada vez nuevas implicaciones que me alegran mucho. Después de buscar por varios años el libro "Matar a nuestros dioses" de José María Mardones lo encontré en versión digital. Lo he devorado con entusiasmo. Me recuerda tanto a los descubrimientos que tuve a los veinte años asistido por Javo Conde, S.J. 
Recuerdo esas charlas en las que me retaba a "concederle" a Dios un amor por mí que, no solamente es mayor de lo que puedo imaginar, sino mejor de lo que puedo incluso sospechar (S. Buenaventura). Me resistía mucho porque me parecía increíblemente difícil reconciliar mis aprendizajes previos con esta novedad tan buena. Nunca ha dejado de sorprenderme y creo que jamás perderá esa frescura (la idea de Dios), pero ahora que he asimilado en alguna medida que la libertad es fruto necesario de su amor, siento cada vez más su cercanía. Siento a Dios nuestro y entre nosotros.
Me explico (al menos lo intentaré).
Él me amó primero. Yo no tenía ni idea de mi existencia pero ya era amado por él. Esa es la condición necesaria de mi existencia. Me ama antes que cualquier otro evento. Esa es la razón por la que existo. Tal cual soy y exactamente como seré. Su presencia amorosa ha estado a mi alrededor desde siempre. Dios me ha habitado en lo más indispensable de mi ser y por eso soy yo, no otro. 
Su amor es preexistente a mí, por ello, no hay nada que yo pueda hacer para que me deje de amar o me ame más. Ya lo hace desde siempre y sin condiciones. Yo no me gané su amor, lo merezco como su criatura. Es mi heredad y mi derecho. Nadie ni nada puede disminuirlo o condicionarlo. Simplemente es. De verdad es la cosa más sencilla que hay: me ama porque soy. "Soy" es la prueba de su amor, sólo eso. No hay explicación, ni necesidad, ni requisito. Me ama, punto. 
Su presencia en mi vida es mucho más y mejor que una compañía. No solamente camina a mi lado y me ha cargado en los peores momentos (como dice la famosa reflexión). Soy porque me ama: me soñó y existí. Pensó en mí por mi nombre y sonrió cuando creyó que "era bueno" que llegara a este mundo. Sostiene mi existencia en el tiempo y el espacio. Cuando ha ocurrido algo triste en mi vida no estuve solo, acercó a mí las herramientas para salir adelante. Yo salí adelante, no porque interviniera y lo arreglara todo por mí; sino porque dispuso de las cosas de tal forma que su amor me hiciera capaz y libre de optar por crecer y desarrollarme. Porque soy su creación, porque guardo su imagen y reflejo su semejanza. 
¿Puedo perder estos privilegios? ¿Es posible que haya algo que yo pueda hacer o dejar de hacer cuyo efecto sea la separación o terminación de esta condición de amado desde siempre y primero que todo? ¿Hay algún pecado que me aparte de su gracia? ¿Algo que logre que el Dios-ama suspenda su amor y algún trámite que me lo devuelva? ¿Es factible que se desdiga de su amor incondicional para que yo aprenda a valorarlo y a seguir sus mandatos? ¿Hay alguna mancha indeleble que yo pueda adquirir o, si no indeleble, difícil de borrar salvo conducto formal y apropiado? En pocas palabras, ¿puedo alejarme de Dios? ¿Tengo esa opción? 
No. Nunca. Imposible. No hay manera.
Dios es amor significa Dios-ama y no sabe hacer otra cosa. Dios-ama y no tiene remedio. Dios-ama y lo hace con su ser, es decir, completa, perpetua, intensa, eterna, incondicional e irremediablemente. 
Eso significa que Dios me amó primero. Cualquier afirmación que contradiga a Dios es amor es falsa, pequeña, incompleta, inconsecuente, finita. Procede de nuestra humana incapacidad  de asimilar que exista el amor tal cual es. Tiene su origen en el miedo a perder lo ganado, a reconocer lo milagroso, a enfrentar lo doloroso, a asumir la generosa entrega, en pocas palabras a amar y ser feliz en consecuencia. 
Cuando yo minimizo el concepto de Dios-ama estoy hablando de mi pequeñez y de mi incapacidad, no de Dios. Lo que pasa es que "des-aprender" no es cosa fácil. Implica renuncia e incomodidad. El amor no es cómodo le falto decir a S. Pablo. El amor es inquieto, mueve a la acción y muestra inconformidad ante el estancamiento. Eso hace Dios en mí cuando me ama y yo me percato de su amor; eso provoca Dios en mí cuando me dejo amar. Una vez amado, yo también sufro de la naturaleza irremediablemente vertida del amor. Claro, voy creciendo en ella. De pronto me achica el miedo, pero basta volver a experimentarlo para despertar del sueño.
Dios me ama y soy libre. No espera nada de mí no requiere de ninguna cosa a cambio. Soy libre por su amor. Dios no quiere nada de mí. Ni siquiera que lo ame. Si así fuera, no seria amor. No sería Dios. No sería el Dios de Jesús. Sería otro: un extraño miserable que reclama atención por pequeño e inseguro. Dios-ama es el amante seguro de su amor, no necesita nada, su amor es autosuficiente. Cada vez que yo pienso en esto, cada ocasión que lo experimento, surge en mí una respuesta en consecuencia. Una extrañeza, la fabulosa duda y extraordinaria sorpresa: ¿puede existir un amor así? Basta esa duda, con sólo esa pregunta, nace en mi interior una experiencia que me remonta a una condición en la que no había tiempo ni espacio. Una condición en la que yo sólo era un sueño. ¡Sólo un sueño! La idea del creador amante que ya me amaba antes de que se tejiera mi ser en las entrañas de mi madre. "Él me amó primero". Esa pequeña pero primigenia experiencia logra una grieta en las paredes del miedo que por alguna razón, que ya he olvidado, construí para contener el agua de su amor. Esa pequeña grieta permite el paso de una gota, quizás dos gotas de esa agua que me hidrata como efecto y sin pedir permisos o exigir sacrificios. En esa experiencia me siento amado. Al sentirme amado, al permitirme ser amado de esta manera, crece en mí el deseo de amar en imagen y semejanza de este amor. Aunque mi imagen y semejanza de este amor sean pequeñas, me atraen fuertemente. Quiero amar y que todos amen. Entonces, el amor que me amó primero y no quiere absolutamente nada de mí, ha conseguido, con pleno uso de mi libertad y dejándola intacta, que yo ame. Y si yo amo, entonces haré lo que quiera (S. Agustín). 
Con un amor como este, ¿quién necesita leyes? ¿Quién podrá arrancármelo? ¿Quién podrá alejarme de él? ¿Quién podrá decirme algo en contra que lo apague o lo achique? (S. Pablo). "Nadie mi Señor" contestó la mujer llamada adultera. Nadie. Nunca. Porque este Dios me ama y lo hizo primero, antes que todo y a pesar de todo. Este Dios que ama es mío y ha estado conmigo desde siempre. Cuando me siento amado de esta manera quiero amar y ser feliz en consecuencia. Cuando me siento amado de esta manera puedo decir que este Dios es nuestro y está entre nosotros. Esa es la mejor noticia, alégrate conmigo.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

El Dios Nuestro entre nosotros 1

El Dios Nuestro entre nosotros es amor y vida.

Hoy celebramos una antigua tradición, la de la encarnación de este Dios que nos ama y quiere estar entre nosotros. No soy teólogo y escribiré solamente desde mi experiencia. En un mundo de tristeza y dolor, los que siguen a Jesús, tenemos un llamado perpetuo al amor y la felicidad. No se trata de una obligación, eso no es amor. Tampoco es un deber, de allí no se opta por la felicidad.

El Dios del Amor no obliga a nadie, no somete a ningún deber, no arrastra ni tampoco empuja. Es un Dios que atrae, que dona gratuitamente, que llena y desborda. Al final, es una invitación, pero no como aquellas que exigen un RSVP o confirmación. Es como el agua que se rocía en la tierra, no demanda, no exige, simplemente impregna y, como consecuencia, la tierra se vuelve fértil, se hidrata.

Es como el aroma suave y dulce que esparce en una casa cuando se cocina, no obliga a comer, ni tampoco a ayudar a quien emprende la tarea. Al olerlo, trae recuerdos, incita hambre, convoca a los habitantes de la casa junto al calor del horno. Es como un regalo, bien dado, con cariño, que no implica otro de regreso, que genera emoción y expectativa por saber qué es, por usarlo y agradecerlo.

Es como el viento de una tarde fresca que no se pide, llega por su propia voluntad, roza el rostro y se respira, entra profundo, refresca, provoca ganas de estar afuera disfrutándolo. Se parece a la emoción por recibir a alguien a quien se le ha extrañado mucho; al momento, justo cuando termina la espera, de verle por primera vez, después de tanto tiempo, a esas ganas de saltar sobre los pies y abalanzársele, con los brazos abiertos, a rodearle con cariño y apretarle contra el pecho.

Nada de esto es obligatorio ni proviene del deber. Nace de nuestro llamado perpetuo al amor y a la felicidad. Con todos nuestros errores y momentos débiles, no sin ellos, pues no seríamos quienes somos.

El aire fresco refresca las entrañas cuando se le inhala, no por obligación, sino por efecto. Es una invitación a ese evento que no me perdería por nada de este mundo y, quien me invita, lo sabe. Mi presencia es requerida porque tanto yo como quien me invita, sabemos que ese es un momento que queremos compartir.

Es el agua vertida que no tiene alternativa diferente a darse a la tierra, y la tierra, no tiene opción otra que hidratarse. Es el olor que arrastra, cual caricatura, de las narices a los comensales que, por más que se les invite a la sala, se resisten a abandonar la cocina.

Es el regalo que hace sentir por dentro que uno es amado. Es el aire que no puedo dejar de respirar y no quiero. Es el choque entre dos pechos que anhelaban estar cerca.

Así es el amor de Dios. No es una obligación, no es un deber, no es una serie de reglas. Es ser amor porque eso, en consecuencia, me hace feliz, me hace ser yo. Sólo soy eso y no tengo remedio ni alternativa. Cuando escojo el amor soy feliz.

Podría ser que las reglas sirvieran de algo, dudo mucho que los juicios ayuden en lo más mínimo. Creo firmemente que el amor no necesita de argumentos. La felicidad no precisa de evidencias. Así que no se diga más. Feliz Navidad. Feliz porque la pases al calor del que llamas hogar, feliz porque te rodees de quienes amas, feliz porque salgas de tus círculos aunque sea por un momento breve. Feliz porque eso es lo que el amor hace indudablemente.     

lunes, 23 de junio de 2014

"Eeeehhhh puuto"

El aviso necesario es que este escrito estará coloreado con términos soeces derivados de la reflexión sobre el grito "eh puto" en los estadios. Primero algunas preguntas:

¿La FIFA es el organismo internacional con calidad jurídica, y sobretodo moral, para tratar este asunto? No. Yuriria Sierra escribió una nota sobre este tema a la que no creo le pueda yo agregar algo. Por favor, léela: http://www.excelsior.com.mx/opinion/yuriria-sierra/2014/06/21/966490

¿Es deseable que se castigue a la Selección Mexicana por los gritos de la afición? Si aceptamos que lo deseable es la expresión del deseo de quien lo suscribe, la respuesta es que no. ¿Así se soluciona el "problema" de fondo? No, al contrario, se magnifica como lo atestiguamos en el juego Croacia vs. México.

¿Es los mismo gritar "puto" que gritar "pendejo", "culero" u "ojete"? No, no es lo mismo. ¿Es los mismo gritar "puto" que "indio", "pobre", "mujer", "gordo", "prieto", "retrasado" o "nena"? ¡Sí!

Desde mi perspectiva, éste es el problema de fondo: la sociedad mexicana es desigual, actúa diariamente desde esta desigualdad, no es consciente de ella ni del efecto dramático que tiene en muchos de sus integrantes; por eso, es indiferente ante las heridas y no hace, ni hará, nada, para remediarlas.

Me explico.

El origen del insulto "puto" se encuentra en las entrañas machistas y homófobas de nuestra sociedad. Octavio Paz lo explicó con su habitual maestría en "Laberinto de la soledad". Marcial Fernández lo parafrasea con justicia en su artículo publicado en El economista titulado "Puto, secreto a voces". Por favor, también léelo: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2014/06/23/puto-secreto-voces

La primera vejada en nuestra sociedad es la mujer. En nuestra historia y en nuestro presente (tristemente también en el futuro cercano) "la rajada" que no cicatriza es la causa, por la cual, en México, una mujer no va a ganar tanto como un hombre aunque haga lo mismo. No importa qué signifique "ganar", mucho menos importa qué signifique "hacer lo mismo". Ellas siempre pierden. Y lo hacen terriblemente porque ellas mismas son coautoras y reproductoras de esta cultura machista. Aquellas mujeres que se liberan de los yugos del machismo en el que nacieron aún son muy pocas porque este yugo, o mejor dicho, estos yugos, son imperceptibles para quien ha sido educado y educada bajo los paradigmas de la impunidad, la complicidad y, todavía más terrible, de la inconsciencia y la repugnancia por el "fastidio" de la reflexión, en una sociedad que no habla, ni de política, ni de religión (de hecho, de nada que le cause el más pequeño dolor de conciencia).

En México, ser mujer significa ser ciudadano (sí, en masculino) de segunda clase. Es peor ser, además de mujer, indígena, pobre, lesbiana, "abortista", inteligente, "gorda" o cualquier otra condición de discriminación. Por lo que los lugares segundo, tercero y los que sigan, en la lista de vejaciones están ocupados con primacía por las mujeres y las mujeres que tengan, además de la condición antes mencionada, una más, dos más, o las que sean, que las hagan "dignas" de discriminación en esta sociedad indiferente.

Ahora bien, ¿dónde queda el "puto"? El gravísimo "pecado" de estos hombres es haber nacido "hombres" y empeñarse "por decisión propia" en ser "rajados", en "ser mujeres". Porque estos hombres "optan" por ser "chismosos", "secretistas", "traicioneros", "lujuriosos" y todo lo demás "característico de una mujer". Por favor, si no lo has leído, acude ahora mismo a leer "Laberinto de la soledad". Ignora mi escrito y lee a Octavio Paz. Primero, porque es Octavio Paz; segundo, porque le atinó, como solamente él podría, a describir a "nuestro ser mexicanos"; tercero, porque así tendrás la referencia original de esta descripción que hago.

El "puto" es cobarde porque "traiciona" a su género y "se cambia de bando". Como ese portero al que le gritaron "eh puto" por primera vez. No merece la confianza de sus "iguales" porque es como una "mujer" que actuará con base en sus instintos pecaminosos o la ganancia que le proveerá el mejor postor. Decirle "puto" a un mexicano es uno de los peores insultos (¿será peor que "mandarlo a chingar a su madre"? Otra vez,  lee a Paz, por favor) porque ese "hombre" que merece el apelativo ha preferido ser aquello que "todo hombre" se siente afortunado de no ser: "una mujer" (valga decir: cómo si hubiera hecho algo para no serlo).

Hasta aquí de historia de las palabras. ¿Por qué el grito de "eh puto" en los estadios refleja el problema de desigualdad de la sociedad mexicana?

Hay muchas razones.

No es lo mismo que gritarle "pendejo" u otro de los citados al inicio de este escrito porque "pendejo" puede ser cualquiera, también "culero", "ojete", idiota o imbécil. Es totalmente inapropiado y ofensivo gritárselo a alguien (pendejo, culero, ojete, idiota o imbécil). Pero gritarle "puto" es un discurso de odio que refleja la discriminación (estructural y de todas) que hay en nuestra sociedad a diario hacia un grupo de personas que no tiene porqué sufrirla.

¿Sería ofensivo solamente si el portero fuera "gay"? Habría qué preguntarle a cada portero y a cada hombre gay. Ese no es el punto. Todos los que gritan, juntos, al unísono, "eh puto", con la intención de ofender o sin ella, están emitiendo un discurso de odio reflejo de la desigualdad que priva y que hiere en México. No importa si ese es su objetivo. Son hijos e hijas de su cultura. Eso es lo triste, su cultura madre. Porque ella dice, a través de sus gritos, que en México las orientaciones sexuales son causa de agresión, violencia, discriminación, violencia, desigualdad y actos contra la dignidad humana. Porque no es lo mismo ser un niño homosexual que heterosexual en este México nuestro. Porque creemos con mucha facilidad que condenar el grito "eh puto" es una exageración. Porque nos apresuramos a decir que es una tradición, que sólo se hace por diversión, que no pretende ofender a nadie, que no hiere. Pero sí lo hace.

Cada uno de "esos gritos" es una expresión viva de que en México "se vale" separar, excluir, intimidar, vejar y hacer diferente. Esto, irremediablemente (al menos hasta hoy) en nuestro país significa sufrir. No solamente a quienes tienen una orientación sexual distinta a la heterosexual, sino a todos y todas las que tengan una condición que les excluya. ¿Es lo mismo que los casos en que le lanzaban plátanos a un jugador? Sí, es lo mismo. Un grupo de personas racistas que ofenden a alguien por un rasgo de su persona que no depende de él y que no altera para nada su dignidad humana. El grito de "eh puto" le pertenece a un grupo de personas (muchas más que las del primer caso) que consideran que "ser puto" es una ofensa y por eso lo gritan al adversario. El 73% de los mexicanos considera que no es homofóbico (http://www.sdpnoticias.com/deportes/2014/06/23/73-de-los-mexicanos-cree-que-grito-de-puto-no-es-homofobico-encuesta). Esto es una prueba de lo profundo que llega la desigualdad y el discurso de odio. Tantos creen que no ofende y que no expresa odio. ¿Entonces por qué en México es razón de desigualdad? Si viviéramos en un país donde no hay diferencias, podríamos decir que es insignificante. ¿Podemos afirmarlo? Porqué si el portero no es gay, ¿qué hay de todos los que sí lo son y escuchan ese grito de una masa de miles?

¿Debería la FIFA sancionar a la Selección Mexicana? No. No creo que la FIFA tenga la autoridad moral para hacerlo. ¿Debería de hacer algo la Selección Mexicana? Sí. Pero no contra la afición, sino a favor de ella. Por ejemplo, una campaña contra la intimidación y la violencia escolar (dejen de llamarlo "bullying" eso hace que no signifique nada en nuestras mentes) con énfasis en la homofobia pero tratando todos los temas pertinentes. ¿Debería de hacer algo la Federación Mexicana de Futbol? Sí. Usar su dinero para estas campañas en las escuelas. Para que los niños y las niñas sepan que no está bien decirle "puto" a nadie. Ni tampoco "pinche vieja", ni "pendejo", ni "indio", ni "prieto", ni "pobre", ni "retrasado" o "gordo". Porque no "está bien" "hacer menos" a nadie, con o sin intención de hacerlo. Porque una sociedad que lo hace, no crece, al menos no lo hace parejo. Porque si queremos un México diferente, tendremos que empezar por reflexionar los temas difíciles y no dejarlos para después. Aunque nos incomode, debemos aceptar que decir "no pasa nada" o "es una exageración" son expresiones de miedo a afrontar nuestros verdaderos problemas. Así no cambiáremos.

¿Cómo sí vamos a cambiar? Cuando nos ocupemos de pensar en el otro y la otra que no le va tan bien como a mí. Cuando nos demos el tiempo de tener un poco de empatía con quienes son diferentes a mí pero no por ello menos que yo. Cuando nos preocupe que tantos, juntos y tan fuerte, griten una ofensa que cala no porque es ofensa sino porque es odio.

El odio no multiplica, tampoco divierte, mucho menos es inofensivo. Se cuela silenciosamente y crece. Se aprovecha de la euforia para hacer salir lo peor de un ser humano contra otro. El odio no permite ser feliz, ni a la víctima, ni al victimario. Quizá la peor faceta del odio es que se contagia y crece en quien recibe las consecuencias de los actos que ha inspirado. Por eso el grito "eh puto" no es cosa menor. Es una triste realidad. Pero la triste realidad no es el estadio donde se corea, es el país donde lo tienen que sufrir a diario tantos y tantas sin que haya esperanza de que algo vaya a cambiar pronto.



sábado, 30 de junio de 2012

¿A qué candidato a la Presidencia de la República sí le puedo perdonar sus faltas?




Desde el inicio de la campaña decidí que el criterio para otorgar mi voto mañana sería la respuesta a la pregunta a quién de los candidatos le puedo “perdonar” sus “faltas”. Perdonen, por favor, el atrevimiento de nombrarme autoridad que “perdone faltas”. Me refiero más bien a, quién de los candidatos ha cometido errores, omisiones o faltas éticas o legales que menos me molestan, como para otorgarle mi voto.
Tristemente, el criterio para mi sufragio, no son sus éxitos o logros, sino lo contrario. Los cuatro representan para mí la opción por lo que puedo tolerar, en lugar de, la elección por el proyecto de país que deseo.
Así que esto es un recuento de aquello que puedo asumir como costo frente a un panorama que me desalienta. Empiezo, pues, con la lista de agravios.


Enrique Peña Nieto:
Si decido votar por él, debo asumir que sus asociaciones son permisibles. Por ejemplo, que no me importa que Humberto Moreira lo haya designado como candidato con acarreo y prebendas; o que la calidad moral del entonces presidente de la Mesa  Directiva del PRI viniera de una gubernatura llena de tráfico de influencias, corrupción, falsificación de documentos, populismo y acarreo. Lo que es más, votar por EPN significa que no me importa que haya sido el sucesor de Montiel y que lo haya protegido durante su propio periodo como gobernador del Estado de México, al no iniciarle ni una sola averiguación previa, cuando su escandaloso mandato terminó. Significaría también que no me importa Ulises Ruiz, Marín, su pleito con Manlio Fabio Beltrones, su asociación con Yarrington, por dejar la lista incompleta.
Más allá, votar por EPN implicaría que yo haría caso omiso a la larga historia de clientelismo, corrupción, asociación con grupos delictivos y deliberada ignorancia a los casos de violaciones a derechos humanos, desapariciones, muertes, ineficiencias, desvíos y corruptelas que caracterizan a sus correligionarios del pasado, y lo siento, pero también del presente.
Votar por EPN sería un voto por la construcción de candidaturas artificiales, manipuladas y costosísimas a costa del erario público y de la obtención oscura de recursos y beneficios. Al sufragar a su favor, lo estaría haciendo por un proyecto de Nación que quizá no empeore la situación económica del país, pero que si llevaría al fortalecimiento, aún más profundo, de las estructuras de poder fáctico que los llevan una y otra vez al poder. Si habla inglés o si es capaz de articular discursos propios, creo que queda relegado a un muy último lugar a la luz de tantas otras características que me hacen imposible si quiera pensar en votar por él.


Gabriel Quadri:
No tengo muchas razones para no votar por Gabriel Cuadri, pero tengo una que es más pesada que nada. Como todos sabemos, su negada, pero evidente, relación con Elba Esther Gordillo es, para mi gusto, imperdonable. La lideresa del SNTE está en la cumbre de una estructura de poder clientelista y corrupta que detiene el desarrollo educativo de nuestro país a conciencia y sin escrúpulos. Ella es ejemplo del tipo de líder que puede embelesar con sus palabras pero apuñalar al país en el pecho con sus acciones. Es descarada cuando despilfarra dinero que, aritméticamente, no pudo haber salido de su salario de maestra y dirigente del sindicato. Es evidente su abuso del oscurantismo con el que se tejen las relaciones de poder y dinero entre el gobierno y el sindicato; lo que es peor, no sucede absolutamente nada. Como si esto fuera poco, se ha agenciado un partido que le ayuda a financiar su derroche y que la garantiza poder en la estructura del Estado. Que Gabriel Quadri argumente distancia es una grosería para todos los que lo escuchamos. Por más liberal e inteligente que sea, por más loables que pudieran ser sus motivos, el fin no justifica los medio. Haberse asociado con una pilla no lo deja libre de culpas, lo mancha profundamente y me convence de que dedicarle más letras es un desperdicio de mi tiempo.


Josefina Vazquéz Mota:
Votar por Josefina es votar por la continuidad. Ciertamente, nos convendría que la economía siga como hasta hoy. En otras palabras, cerca del estancamiento. En justicia, puedo afirmar que es mejor como estamos que como estuvimos. Así que con eso puedo vivir. La gran pregunta es si queremos que la estrategia de lucha contra el crimen organizado siga siendo la misma. Yo creo firmemente que se debe luchar contra el crimen. Esa es la primera obligación del Estado: brindar seguridad. No se estaba haciendo, Felipe Calderón comenzó a hacerlo. Sin embargo, afirmar que porque se debía luchar contra el crimen, entonces se podía hacer “con las patas” es muy distinto. Creo que la estrategia falló. No nos ha obtenido seguridad. En cambio, ha habido vejación de los derechos humanos, muerte de inocentes, ejecuciones sumarias de criminales, miedo, terror, entre mucho más que todos conocemos. No luchar contra el crimen organizado es una muy pobre decisión. Acarrear al país a una lucha encarnizada que nos sume a todos en la violencia es, creo, igualmente pobre. Lo que es peor, mentir al respecto y decir “todo está bien”, “solo mueren criminales” y “no todo el país está así, en realidad son sólo unas cuantas entidades federativas” es indignante. No obstante, ese es Felipe Calderón, no podemos culpar a JVM de los errores de otro. Entonces, cabe preguntarnos ¿qué ha dicho JVM sobre su estrategia para luchar contra la delincuencia organizada? NADA en concreto. Eso es un serio problema. ¿Cómo es posible que no haya propuesto nada en el tema que es la más grande preocupación de la mayoría de los mexicanos?
Para agregarle un poco más. ¿Qué hizo JVM para acotar o acabar con el poder de Elba Esther Gordillo cuando fue Secretaria de Educación? Nada que podamos comprobar.
¿Es realmente JVM un reajuste de los errores de sus dos antecesores o será exactamente lo mismo?


Andrés Manuel López Obrador:
¿Le puedo “perdonar” a AMLO su absolutismo redentorista? Es decir, votar por él sería pasar por alto que crea de sí mismo que solamente él conoce la solución para los problemas del país; que su certeza sin cuestionamientos de que tiene la razón lo lleven a descalificarlo todo si no le favorece. Lo mismo instituciones que encuestas, números o razonamientos. No puedo creer que haya una sola persona que tenga la razón absoluta en todo. Su poca disposición a negociar, dialogar y ceder me preocupan a sobremanera, pues considero que son competencias básicas en alguien que desea ostentar un puesto de elección popular.
¿Qué pensar de la gente que se rodea? Es verdad que a Gustavo Ponce y René Bejarano les iniciaron procedimientos penales por su implicación en actos de corrupción, lo que es mucho decir si lo comparamos con afiliados a otros partidos en circunstancias similares. Es cierto también que no podemos hacer responsable a AMLO por lo que otros hacen. Lo que sí pudo haber hecho y, para mi gusto, no lo hizo con suficiente determinación, fue desligarse de ellos y condenar sus actos. El gabinete que ha propuesto hasta ahora es extraordinario, pero ¿cómo nos garantiza que no habrá Bejaranos y Ponces en su círculo más cercano?
Otra asociación que me inquieta es la que ha mantenido con el PT y el Movimiento Ciudadano. Dos partidos familiares que no guardan ningún recato en beneficiarse personalmente de los recursos que obtienen de su registro. Dos partidos retrógradas que proponen ideologías radicales que el siglo pasado se encargo de probar como ineficaces. Dos partidos que no son demócratas, que no se guían por los principios de la legalidad y la civilidad, que revientan lo que no les conviene y no son capaces de ceder en nada. Dos partidos que no dialogan ni tampoco negocian, sino que marean con sus discursos, imponen sus condiciones y violentan cuando no logran sus poco nobles principios. Dos partidos que merecen (junto con el PANAL y el PVEM) perder sus registros por hacer de la política un negocio y de sus seguidores peones ciegos que mandan al frente sin obtenerles ningún tipo de desarrollo o mejoría en sus estilos de vida.


Conclusiones:
En la elección de Presidente de la República, definitivamente no voy a votar ni por el PRI, PVEM, PANAL, PT o Movimiento Ciudadano. El PVEM, PANAL, PT y Movimiento Ciudadano no merecen su registro por hacer un negocio familiar del interés nacional. El PRI, en su candidato presidencial, representa un regreso a las prácticas que no hemos erradicado y que el PAN, al menos en la Presidencia de la República, parece imitar con extraordinaria exactitud. Sigo indeciso entre votar por JVM y AMLO. Ellos dos representan las fallas, omisiones y descaros que podría pasar por alto cuando los comparo con los otros dos candidatos. No me tiene contento esta forma de decidir mi voto. Quisiera que tuviéramos la opción de un voto positivo, optimista, ideológico, con evidencias a favor de la eficiencia gubernamental, la negociación legal y democrática y el desarrollo de nuestras instituciones. Tristemente, no lo tenemos. Una cosa me queda muy clara: con forme avancemos los ciudadanos en la construcción de la cultura democrática, esto mejorará. Veo primicias de ello. Una esperanza me queda: que la ciudadanía, después de esta elección, sea ferozmente crítica de quien obtenga la silla presidencial, apasionadamente participativa desde las instancias ciudadanas y terriblemente exigente de cuentas claras y trasparentes del uso de los recursos y los resultados de las acciones del próximo presidente.

lunes, 18 de junio de 2012

Qué bonito es Guanajuato

De verdad, qué bonito es Guanajuato.

De niño vine y dos recuerdos se grabaron con tipografía de trauma en mi subconsciente: los olores de las momias y el tumulto del mercado. De veinteañero estoy en Guanajuato y muchas memorias se están instalando con caligrafía de afable sorpresa en el consciente. Me sorprendió lo bonito de esta ciudad.

No entendía su ubicación hasta que le sobrepuse la mía. Entre montañas, sobre túneles, juntitito todo y de subida o de bajada. Colonial, colorida, entre la restauración y la ruina, con plazoletas, árboles muy altos, campanarios todavía más lejanos y un cielo azul de marco a mis fotos.

Esta ciudad tiene una belleza que se resiste a la ignorancia del que tira basura y a la negligencia de la municipalidad que no la recoge. Un romance de leyendas coloniales y callejoneadas donde ya no se da alcohol pero sí se consume (bajo la capa del juglar novohispano se logra esa artesanía mexicana de simular que nadie vemos lo que todos sabemos). Con una estatua de piedra que recuerda que la certeza de la existencia es poca, cuando el tonelaje en monumento preside desde lo alto de la loma, con una sentencia todavía más realista: "aún hay muchas alhóndigas por incendiar".

De camino por las estrechas calles bajaba un niño que recién salía de la primaria, tarareaba con su mamá "Cielito lindo", el cliché en su expresión menos trillada. Un poeta que lee su obra por unos pesos, una niña que primero amarra las pulseras y luego las cobra, un niño que vende rosas e insinúa que a él le gusta mucho lo que uno está comiendo, el vendedor de cacahuates que embelesa más con su choro que con sus dulces, el gringo alternativo que habla español y disfruta de la pachanga ambulante, la tarde cálida, la noche fresca y las enchiladas mineras.

Qué bonito eres Guanajuato. Me recordaste que me encanta caminar de noche sin miedo, que extraño a mi ciudad la de antes, que cuando estudie el doctorado aquí estaría bien escribir mi tesis, que tengo algunos poemas por leer en público. También, que hay traumas sobre los que se puede reescribir: el mercado es la expresión de la esencia mexicana, pero con orden y limpieza, sin dejar de oler a mercado de los nuestros. Otros traumas, es mejor dejarlos en su lugar: no volví a las momias, ¡qué necesidad!

Creo que volveré. Más ahora, que tengo razones para quererte. Por lo pronto, me duermo entre tu noche, arropado por tus frescos y con el buen sabor de una sorpresa agradable.    


miércoles, 23 de mayo de 2012

¿Por quién me gustaría votar el 1 de julio de 2012?



Ese domingo cívico muy temprano quisiera ir a mi casilla, identificarme y recibir mis boletas electorales para votar por mi candidato preferido. Proceder a esconderme para trazar una cruz muy por dentro del recuadro para evitar la anulación mi voto, esperar un poco al secado de la tinta, doblar mi boleta cuidadosamente y depositarla en la urna.

¿Por quién me gustaría votar?

Por un candidato quien no crea me puede convencer con un spot así como me intentan vender el aparato milagroso dotador de los cuadritos del abdomen. Por quien me incline, sabe quiero propuestas concretas; es muy consciente de la necesidad de aceptar el sacrificio de algo para prometer la realización de otra cosa, pues no se puede todo en la vida.

Este candidato de mis preferencias está consciente de como la guerra sucia entre adversarios políticos solamente multiplica mi desesperanza. Sostiene, igual que yo, la supremacía de los hechos sobre las palabras. También incluye en su decálogo, no sólo el cumplimiento de la ley (ése, lo damos por hecho), sino el esfuerzo máximo “ lograr eficiencia, optimización, rendición de cuentas y orientación hacia la ciudadanía. Lo que es más, cree religiosamente en su ser de servidor público, pragmático antes que radical, demócrata primero y partidista después, sencillo y trabajador.

Mi candidato conoce mi preocupación más grande: la violencia y la inseguridad; pero casi a la par de ellas, la pobreza, la marginación y la desigualdad. También piensa, junto conmigo, en la educación como la solución que no puede ser vendida a grupos de interés, apoya la transparencia de los sindicatos cuya defensa sea de los derechos laborales y no de los cotos de poder ilegítimos. Me ha prometido en su estrategia de seguridad la búsqueda de la paz, no la violencia de estado y sobretodo el respeto a la legalidad ciega y universal.

No me vende palabras huecas, argumenta y dialoga con los ciudadanos. Defiende su punto de vista con datos y evidencias, no con retórica ni sofismas caducos. No es el salvador de la patria, no es un mesías, no es la solución a los problemas de todo el país. Pero no es un mentiroso, tampoco hipócrita, menos estúpido y por supuesto que no es un vendido ni tampoco un ingenuo soñador.

Lamentablemente, mi candidato no existe.

No existe ni para la presidencia de la República, ni para el Senado, ni para la Cámara de Diputados Federal, ni para la Cámara de Diputados local, ni para alcalde de mi ciudad.

Si me preguntas por quién voy a votar este domingo 1 de julio, no lo sé. No sé quién es el “menos peor”, no sé cuál sería un “voto útil”, no estoy seguro de que anular el voto sea una mala idea. No sé. Una cosa sí sé: Sin organización civil, seguiremos así por mucho tiempo por venir.     

martes, 17 de enero de 2012

Hoy sobre cine comercial


Desde hace un par de entradas tenía la intención de escribir sobre los recientes estrenos en el cine. No lo hice porque no había algo interesante para ver o sobre lo cual leer en un blog. Recientemente, llegaron opciones (todo lo anterior es en referencia a la industria cinematográfica de las grandes cadenas de cines).

Primero vi Sherlock Holmes: Juego de sombras. Entretenida, rápida, algunas risas. Muy similar a la anterior. En el contexto previo a la Primera guerra mundial, obviamente alejadísima de los hechos reales (digo, lo podemos suponer, pero hay que decirlo ¿no?). Me pareció que vale la pena para acompañarse de nachos y palomitas. Por cierto, me sorprende el tamaño del refresco, no el del bote de palomitas (guiño) y que sea tan caro comprar agua para substituir al desproporcionado envase de gaseosa (quería usar esa palabra, jeje).

Para seguir con la línea superficial pero divertida, acudí a ver Misión Imposible 4: Protocolo fantasma. ¡Qué curioso que Rusia siga siendo el enemigo comunista potencialmente invasor! Según yo desde 1992 ya no era así. Lo comenté y mi amable acompañante me hizo ver que sería muy insensible sustituir a Rusia con un país del Medio Oriente, por ejemplo. ¡Quién sabe cuántos se creerían que la trama es descripción de la realidad! Pues sí, estuve de acuerdo. Qué bueno que no se trata de Irán tratando de destruir a los Estados Unidos. La conclusión es que ni Ethan puede confiar en la tecnología (los guantes fallan y al teléfono hay que darle un golpe para que se autodestruya), ni en sus superiores pero sí en el amor que perdura a pesar de los peligros (¡ah! Perdón, spoiler!).

Luego me puse romántico y fui a ver Siempre el mismo día. Tiene destellos de originalidad y luego una escena con la que no pude dejar de pensar en cierta película que, es muy mala, pero su soundtrack tiene una de mis 5 canciones favoritas de toda la vida (sí, de toda mi vida hasta hoy). No diré más para no arruinarles la trama. Vale la pena verla para observar con melancolía a París mientras la terrible garra agridulce del destino hace de las suyas con el amor, la vida juntos y las rupturas. La única razón por la que recordaré a esta película será si algún día vuelvo a ver las primeras entradas de este blog (otro guiño). Lo mismo le pasará a las comentadas anteriormente.

Después vi J. Edgar. Buena película. Narrada interesantemente, con una historia que se va hilvanando mientras el espectador comienza a sospechar y especular. Me sorprende DiCaprio una vez más. Yo pensaba que nunca podría escapar de convertirse en el eterno Jack ahogándose en el gélido océano (Spoiler! Pero para Titanic, ¡Qué novedad! Jaja). Para sorpresa de ustedes que me leen, me dio gusto equivocarme. Quizá influyó a que me agradara, el hecho de que, es una película basada en hechos históricos de un personaje estadounidense, en medio de las Grandes guerras y la Fría, que se mezcla la política y la vida privada, entre otros elementos. Definitivamente me gustó más que las anteriores que he comentado. ¿Se ganará un Oscar por el hecho de que Leonardo se puso un traje para verse más llenito y viejito? Ya ven que cada vez que un actor engorda y luego enflaca, una mujer bella se ve fea, o cada que hacen cosas así, se llevan la estatuilla. Habrá que ver con quién compite para especular en menor grado. Yo digo que vale la pena verla.

Finalmente, pagué para que me hicieran sufrir viendo Un pedacito de cielo. ¿Qué le diría Diego Luna a su amigazo Gael García después de ver la película? Eso le pregunté a mi amable compañía quien me dijo “Él también ya se vendió a Hollywood”. Pues tiene razón, yo sólo estaba metiendo cizaña hipotética (el tercer guiño de hoy). Ya vi esa trama muchas veces. No la arruinaré, lo prometo. Debo confesar que me robó un par de carcajadas. Lo que no le perdono es que me intente manipular tan básicamente para conducirme a las lágrimas. No lloré, pero muchos a mi alrededor sí lo hicieron. Whoopi de Dios, jajaja, ¿acaso se lo copiaron de Morgan Freeman? Pues a mí no me sorprende nada que Dios sea una mujer afroamericana, lo digo, sólo por si acaso esa era la intención. Digamos que es entretenida, no salí reclamando que me devolvieran mis dos horas de vida, pero si la recuerdo, será solamente por su chafo intento de hacerme llorar.

Luego en la comodidad de un cuarto de tele vi nuevamente Finding Neverland. ¡Qué película tan tierna! Ésa si me gusta. Imaginarme cómo será que a J. M. Barrie se le ocurrió la historia de Peter Pan y la Tierra de Nunca Jamás, aunque no haya sido así, me parece divertidísimo. Memorable: ver como surge el garfio del capitán, las aguas del barco pirata, los penachos de los indios y la idea de un niño que nunca envejece. Delicioso: ver como se abre una escenografía para dar paso a las hadas y el cocodrilo con el reloj atorado. Me quedo con las frases imaginadas de Barrie, el diario regalado al niño triste, la inocencia del pequeñito que arruina las sorpresas, la ruptura con la esposa y el encuentro con la viuda. Si no la han visto, por favor, véanla. Si ya la vieron y no les gustó, pues lo siento mucho, vean Misión Imposible (jajaja, cuarto guiño).

Hoy decidí escribir de esto. Leí el periódico y me dio mucha tristeza, ya sé que no es novedad, pero volvió a sucederme. Así que me refugio en el cine. Tuve otro refugio, por razones de obligación y no de placer, empecé a leer de nuevo al libro que le debo uno de los mejores años de mi vida: El mundo de Sofía. Por eso me encantan los libros: me recuerdan, suspenden, lanzan, renuevan y entretienen. Si quieren darle un uso diferente a sus ojos y a su imaginación, lean El mundo de Sofía (sencillo, cuestionador y fluido: es como tomarse una buen vaso de agua fresca de jamaica intelectual en un día de invierno inesperadamente caluroso).