sábado, 30 de junio de 2012

¿A qué candidato a la Presidencia de la República sí le puedo perdonar sus faltas?




Desde el inicio de la campaña decidí que el criterio para otorgar mi voto mañana sería la respuesta a la pregunta a quién de los candidatos le puedo “perdonar” sus “faltas”. Perdonen, por favor, el atrevimiento de nombrarme autoridad que “perdone faltas”. Me refiero más bien a, quién de los candidatos ha cometido errores, omisiones o faltas éticas o legales que menos me molestan, como para otorgarle mi voto.
Tristemente, el criterio para mi sufragio, no son sus éxitos o logros, sino lo contrario. Los cuatro representan para mí la opción por lo que puedo tolerar, en lugar de, la elección por el proyecto de país que deseo.
Así que esto es un recuento de aquello que puedo asumir como costo frente a un panorama que me desalienta. Empiezo, pues, con la lista de agravios.


Enrique Peña Nieto:
Si decido votar por él, debo asumir que sus asociaciones son permisibles. Por ejemplo, que no me importa que Humberto Moreira lo haya designado como candidato con acarreo y prebendas; o que la calidad moral del entonces presidente de la Mesa  Directiva del PRI viniera de una gubernatura llena de tráfico de influencias, corrupción, falsificación de documentos, populismo y acarreo. Lo que es más, votar por EPN significa que no me importa que haya sido el sucesor de Montiel y que lo haya protegido durante su propio periodo como gobernador del Estado de México, al no iniciarle ni una sola averiguación previa, cuando su escandaloso mandato terminó. Significaría también que no me importa Ulises Ruiz, Marín, su pleito con Manlio Fabio Beltrones, su asociación con Yarrington, por dejar la lista incompleta.
Más allá, votar por EPN implicaría que yo haría caso omiso a la larga historia de clientelismo, corrupción, asociación con grupos delictivos y deliberada ignorancia a los casos de violaciones a derechos humanos, desapariciones, muertes, ineficiencias, desvíos y corruptelas que caracterizan a sus correligionarios del pasado, y lo siento, pero también del presente.
Votar por EPN sería un voto por la construcción de candidaturas artificiales, manipuladas y costosísimas a costa del erario público y de la obtención oscura de recursos y beneficios. Al sufragar a su favor, lo estaría haciendo por un proyecto de Nación que quizá no empeore la situación económica del país, pero que si llevaría al fortalecimiento, aún más profundo, de las estructuras de poder fáctico que los llevan una y otra vez al poder. Si habla inglés o si es capaz de articular discursos propios, creo que queda relegado a un muy último lugar a la luz de tantas otras características que me hacen imposible si quiera pensar en votar por él.


Gabriel Quadri:
No tengo muchas razones para no votar por Gabriel Cuadri, pero tengo una que es más pesada que nada. Como todos sabemos, su negada, pero evidente, relación con Elba Esther Gordillo es, para mi gusto, imperdonable. La lideresa del SNTE está en la cumbre de una estructura de poder clientelista y corrupta que detiene el desarrollo educativo de nuestro país a conciencia y sin escrúpulos. Ella es ejemplo del tipo de líder que puede embelesar con sus palabras pero apuñalar al país en el pecho con sus acciones. Es descarada cuando despilfarra dinero que, aritméticamente, no pudo haber salido de su salario de maestra y dirigente del sindicato. Es evidente su abuso del oscurantismo con el que se tejen las relaciones de poder y dinero entre el gobierno y el sindicato; lo que es peor, no sucede absolutamente nada. Como si esto fuera poco, se ha agenciado un partido que le ayuda a financiar su derroche y que la garantiza poder en la estructura del Estado. Que Gabriel Quadri argumente distancia es una grosería para todos los que lo escuchamos. Por más liberal e inteligente que sea, por más loables que pudieran ser sus motivos, el fin no justifica los medio. Haberse asociado con una pilla no lo deja libre de culpas, lo mancha profundamente y me convence de que dedicarle más letras es un desperdicio de mi tiempo.


Josefina Vazquéz Mota:
Votar por Josefina es votar por la continuidad. Ciertamente, nos convendría que la economía siga como hasta hoy. En otras palabras, cerca del estancamiento. En justicia, puedo afirmar que es mejor como estamos que como estuvimos. Así que con eso puedo vivir. La gran pregunta es si queremos que la estrategia de lucha contra el crimen organizado siga siendo la misma. Yo creo firmemente que se debe luchar contra el crimen. Esa es la primera obligación del Estado: brindar seguridad. No se estaba haciendo, Felipe Calderón comenzó a hacerlo. Sin embargo, afirmar que porque se debía luchar contra el crimen, entonces se podía hacer “con las patas” es muy distinto. Creo que la estrategia falló. No nos ha obtenido seguridad. En cambio, ha habido vejación de los derechos humanos, muerte de inocentes, ejecuciones sumarias de criminales, miedo, terror, entre mucho más que todos conocemos. No luchar contra el crimen organizado es una muy pobre decisión. Acarrear al país a una lucha encarnizada que nos sume a todos en la violencia es, creo, igualmente pobre. Lo que es peor, mentir al respecto y decir “todo está bien”, “solo mueren criminales” y “no todo el país está así, en realidad son sólo unas cuantas entidades federativas” es indignante. No obstante, ese es Felipe Calderón, no podemos culpar a JVM de los errores de otro. Entonces, cabe preguntarnos ¿qué ha dicho JVM sobre su estrategia para luchar contra la delincuencia organizada? NADA en concreto. Eso es un serio problema. ¿Cómo es posible que no haya propuesto nada en el tema que es la más grande preocupación de la mayoría de los mexicanos?
Para agregarle un poco más. ¿Qué hizo JVM para acotar o acabar con el poder de Elba Esther Gordillo cuando fue Secretaria de Educación? Nada que podamos comprobar.
¿Es realmente JVM un reajuste de los errores de sus dos antecesores o será exactamente lo mismo?


Andrés Manuel López Obrador:
¿Le puedo “perdonar” a AMLO su absolutismo redentorista? Es decir, votar por él sería pasar por alto que crea de sí mismo que solamente él conoce la solución para los problemas del país; que su certeza sin cuestionamientos de que tiene la razón lo lleven a descalificarlo todo si no le favorece. Lo mismo instituciones que encuestas, números o razonamientos. No puedo creer que haya una sola persona que tenga la razón absoluta en todo. Su poca disposición a negociar, dialogar y ceder me preocupan a sobremanera, pues considero que son competencias básicas en alguien que desea ostentar un puesto de elección popular.
¿Qué pensar de la gente que se rodea? Es verdad que a Gustavo Ponce y René Bejarano les iniciaron procedimientos penales por su implicación en actos de corrupción, lo que es mucho decir si lo comparamos con afiliados a otros partidos en circunstancias similares. Es cierto también que no podemos hacer responsable a AMLO por lo que otros hacen. Lo que sí pudo haber hecho y, para mi gusto, no lo hizo con suficiente determinación, fue desligarse de ellos y condenar sus actos. El gabinete que ha propuesto hasta ahora es extraordinario, pero ¿cómo nos garantiza que no habrá Bejaranos y Ponces en su círculo más cercano?
Otra asociación que me inquieta es la que ha mantenido con el PT y el Movimiento Ciudadano. Dos partidos familiares que no guardan ningún recato en beneficiarse personalmente de los recursos que obtienen de su registro. Dos partidos retrógradas que proponen ideologías radicales que el siglo pasado se encargo de probar como ineficaces. Dos partidos que no son demócratas, que no se guían por los principios de la legalidad y la civilidad, que revientan lo que no les conviene y no son capaces de ceder en nada. Dos partidos que no dialogan ni tampoco negocian, sino que marean con sus discursos, imponen sus condiciones y violentan cuando no logran sus poco nobles principios. Dos partidos que merecen (junto con el PANAL y el PVEM) perder sus registros por hacer de la política un negocio y de sus seguidores peones ciegos que mandan al frente sin obtenerles ningún tipo de desarrollo o mejoría en sus estilos de vida.


Conclusiones:
En la elección de Presidente de la República, definitivamente no voy a votar ni por el PRI, PVEM, PANAL, PT o Movimiento Ciudadano. El PVEM, PANAL, PT y Movimiento Ciudadano no merecen su registro por hacer un negocio familiar del interés nacional. El PRI, en su candidato presidencial, representa un regreso a las prácticas que no hemos erradicado y que el PAN, al menos en la Presidencia de la República, parece imitar con extraordinaria exactitud. Sigo indeciso entre votar por JVM y AMLO. Ellos dos representan las fallas, omisiones y descaros que podría pasar por alto cuando los comparo con los otros dos candidatos. No me tiene contento esta forma de decidir mi voto. Quisiera que tuviéramos la opción de un voto positivo, optimista, ideológico, con evidencias a favor de la eficiencia gubernamental, la negociación legal y democrática y el desarrollo de nuestras instituciones. Tristemente, no lo tenemos. Una cosa me queda muy clara: con forme avancemos los ciudadanos en la construcción de la cultura democrática, esto mejorará. Veo primicias de ello. Una esperanza me queda: que la ciudadanía, después de esta elección, sea ferozmente crítica de quien obtenga la silla presidencial, apasionadamente participativa desde las instancias ciudadanas y terriblemente exigente de cuentas claras y trasparentes del uso de los recursos y los resultados de las acciones del próximo presidente.

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