lunes, 23 de junio de 2014

"Eeeehhhh puuto"

El aviso necesario es que este escrito estará coloreado con términos soeces derivados de la reflexión sobre el grito "eh puto" en los estadios. Primero algunas preguntas:

¿La FIFA es el organismo internacional con calidad jurídica, y sobretodo moral, para tratar este asunto? No. Yuriria Sierra escribió una nota sobre este tema a la que no creo le pueda yo agregar algo. Por favor, léela: http://www.excelsior.com.mx/opinion/yuriria-sierra/2014/06/21/966490

¿Es deseable que se castigue a la Selección Mexicana por los gritos de la afición? Si aceptamos que lo deseable es la expresión del deseo de quien lo suscribe, la respuesta es que no. ¿Así se soluciona el "problema" de fondo? No, al contrario, se magnifica como lo atestiguamos en el juego Croacia vs. México.

¿Es los mismo gritar "puto" que gritar "pendejo", "culero" u "ojete"? No, no es lo mismo. ¿Es los mismo gritar "puto" que "indio", "pobre", "mujer", "gordo", "prieto", "retrasado" o "nena"? ¡Sí!

Desde mi perspectiva, éste es el problema de fondo: la sociedad mexicana es desigual, actúa diariamente desde esta desigualdad, no es consciente de ella ni del efecto dramático que tiene en muchos de sus integrantes; por eso, es indiferente ante las heridas y no hace, ni hará, nada, para remediarlas.

Me explico.

El origen del insulto "puto" se encuentra en las entrañas machistas y homófobas de nuestra sociedad. Octavio Paz lo explicó con su habitual maestría en "Laberinto de la soledad". Marcial Fernández lo parafrasea con justicia en su artículo publicado en El economista titulado "Puto, secreto a voces". Por favor, también léelo: http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2014/06/23/puto-secreto-voces

La primera vejada en nuestra sociedad es la mujer. En nuestra historia y en nuestro presente (tristemente también en el futuro cercano) "la rajada" que no cicatriza es la causa, por la cual, en México, una mujer no va a ganar tanto como un hombre aunque haga lo mismo. No importa qué signifique "ganar", mucho menos importa qué signifique "hacer lo mismo". Ellas siempre pierden. Y lo hacen terriblemente porque ellas mismas son coautoras y reproductoras de esta cultura machista. Aquellas mujeres que se liberan de los yugos del machismo en el que nacieron aún son muy pocas porque este yugo, o mejor dicho, estos yugos, son imperceptibles para quien ha sido educado y educada bajo los paradigmas de la impunidad, la complicidad y, todavía más terrible, de la inconsciencia y la repugnancia por el "fastidio" de la reflexión, en una sociedad que no habla, ni de política, ni de religión (de hecho, de nada que le cause el más pequeño dolor de conciencia).

En México, ser mujer significa ser ciudadano (sí, en masculino) de segunda clase. Es peor ser, además de mujer, indígena, pobre, lesbiana, "abortista", inteligente, "gorda" o cualquier otra condición de discriminación. Por lo que los lugares segundo, tercero y los que sigan, en la lista de vejaciones están ocupados con primacía por las mujeres y las mujeres que tengan, además de la condición antes mencionada, una más, dos más, o las que sean, que las hagan "dignas" de discriminación en esta sociedad indiferente.

Ahora bien, ¿dónde queda el "puto"? El gravísimo "pecado" de estos hombres es haber nacido "hombres" y empeñarse "por decisión propia" en ser "rajados", en "ser mujeres". Porque estos hombres "optan" por ser "chismosos", "secretistas", "traicioneros", "lujuriosos" y todo lo demás "característico de una mujer". Por favor, si no lo has leído, acude ahora mismo a leer "Laberinto de la soledad". Ignora mi escrito y lee a Octavio Paz. Primero, porque es Octavio Paz; segundo, porque le atinó, como solamente él podría, a describir a "nuestro ser mexicanos"; tercero, porque así tendrás la referencia original de esta descripción que hago.

El "puto" es cobarde porque "traiciona" a su género y "se cambia de bando". Como ese portero al que le gritaron "eh puto" por primera vez. No merece la confianza de sus "iguales" porque es como una "mujer" que actuará con base en sus instintos pecaminosos o la ganancia que le proveerá el mejor postor. Decirle "puto" a un mexicano es uno de los peores insultos (¿será peor que "mandarlo a chingar a su madre"? Otra vez,  lee a Paz, por favor) porque ese "hombre" que merece el apelativo ha preferido ser aquello que "todo hombre" se siente afortunado de no ser: "una mujer" (valga decir: cómo si hubiera hecho algo para no serlo).

Hasta aquí de historia de las palabras. ¿Por qué el grito de "eh puto" en los estadios refleja el problema de desigualdad de la sociedad mexicana?

Hay muchas razones.

No es lo mismo que gritarle "pendejo" u otro de los citados al inicio de este escrito porque "pendejo" puede ser cualquiera, también "culero", "ojete", idiota o imbécil. Es totalmente inapropiado y ofensivo gritárselo a alguien (pendejo, culero, ojete, idiota o imbécil). Pero gritarle "puto" es un discurso de odio que refleja la discriminación (estructural y de todas) que hay en nuestra sociedad a diario hacia un grupo de personas que no tiene porqué sufrirla.

¿Sería ofensivo solamente si el portero fuera "gay"? Habría qué preguntarle a cada portero y a cada hombre gay. Ese no es el punto. Todos los que gritan, juntos, al unísono, "eh puto", con la intención de ofender o sin ella, están emitiendo un discurso de odio reflejo de la desigualdad que priva y que hiere en México. No importa si ese es su objetivo. Son hijos e hijas de su cultura. Eso es lo triste, su cultura madre. Porque ella dice, a través de sus gritos, que en México las orientaciones sexuales son causa de agresión, violencia, discriminación, violencia, desigualdad y actos contra la dignidad humana. Porque no es lo mismo ser un niño homosexual que heterosexual en este México nuestro. Porque creemos con mucha facilidad que condenar el grito "eh puto" es una exageración. Porque nos apresuramos a decir que es una tradición, que sólo se hace por diversión, que no pretende ofender a nadie, que no hiere. Pero sí lo hace.

Cada uno de "esos gritos" es una expresión viva de que en México "se vale" separar, excluir, intimidar, vejar y hacer diferente. Esto, irremediablemente (al menos hasta hoy) en nuestro país significa sufrir. No solamente a quienes tienen una orientación sexual distinta a la heterosexual, sino a todos y todas las que tengan una condición que les excluya. ¿Es lo mismo que los casos en que le lanzaban plátanos a un jugador? Sí, es lo mismo. Un grupo de personas racistas que ofenden a alguien por un rasgo de su persona que no depende de él y que no altera para nada su dignidad humana. El grito de "eh puto" le pertenece a un grupo de personas (muchas más que las del primer caso) que consideran que "ser puto" es una ofensa y por eso lo gritan al adversario. El 73% de los mexicanos considera que no es homofóbico (http://www.sdpnoticias.com/deportes/2014/06/23/73-de-los-mexicanos-cree-que-grito-de-puto-no-es-homofobico-encuesta). Esto es una prueba de lo profundo que llega la desigualdad y el discurso de odio. Tantos creen que no ofende y que no expresa odio. ¿Entonces por qué en México es razón de desigualdad? Si viviéramos en un país donde no hay diferencias, podríamos decir que es insignificante. ¿Podemos afirmarlo? Porqué si el portero no es gay, ¿qué hay de todos los que sí lo son y escuchan ese grito de una masa de miles?

¿Debería la FIFA sancionar a la Selección Mexicana? No. No creo que la FIFA tenga la autoridad moral para hacerlo. ¿Debería de hacer algo la Selección Mexicana? Sí. Pero no contra la afición, sino a favor de ella. Por ejemplo, una campaña contra la intimidación y la violencia escolar (dejen de llamarlo "bullying" eso hace que no signifique nada en nuestras mentes) con énfasis en la homofobia pero tratando todos los temas pertinentes. ¿Debería de hacer algo la Federación Mexicana de Futbol? Sí. Usar su dinero para estas campañas en las escuelas. Para que los niños y las niñas sepan que no está bien decirle "puto" a nadie. Ni tampoco "pinche vieja", ni "pendejo", ni "indio", ni "prieto", ni "pobre", ni "retrasado" o "gordo". Porque no "está bien" "hacer menos" a nadie, con o sin intención de hacerlo. Porque una sociedad que lo hace, no crece, al menos no lo hace parejo. Porque si queremos un México diferente, tendremos que empezar por reflexionar los temas difíciles y no dejarlos para después. Aunque nos incomode, debemos aceptar que decir "no pasa nada" o "es una exageración" son expresiones de miedo a afrontar nuestros verdaderos problemas. Así no cambiáremos.

¿Cómo sí vamos a cambiar? Cuando nos ocupemos de pensar en el otro y la otra que no le va tan bien como a mí. Cuando nos demos el tiempo de tener un poco de empatía con quienes son diferentes a mí pero no por ello menos que yo. Cuando nos preocupe que tantos, juntos y tan fuerte, griten una ofensa que cala no porque es ofensa sino porque es odio.

El odio no multiplica, tampoco divierte, mucho menos es inofensivo. Se cuela silenciosamente y crece. Se aprovecha de la euforia para hacer salir lo peor de un ser humano contra otro. El odio no permite ser feliz, ni a la víctima, ni al victimario. Quizá la peor faceta del odio es que se contagia y crece en quien recibe las consecuencias de los actos que ha inspirado. Por eso el grito "eh puto" no es cosa menor. Es una triste realidad. Pero la triste realidad no es el estadio donde se corea, es el país donde lo tienen que sufrir a diario tantos y tantas sin que haya esperanza de que algo vaya a cambiar pronto.



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